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Fotos del pasado



Vagando de vínculo en vínculo, una tarde me topé con una colección interesante de fotografías japonesas de fines del siglo XIX y principios del XX. En mi vida jamás había escuchado el nombre del fotógrafo: T.Enami. Este señor fue –según leo– uno de los más grandes fotógrafos japoneses de la época. Si bien este tipo de fotografías fueron un souvenir muy popular en la Europa de aquellos años, la mayoría de ellas estaba destinada a dar una vista de Japón desde fuera, como una curiosidad. Nobukuni logró producir imágenes diferentes, vivas. Sus modelos no parecen acartonados, aun cuando se trate de una fotografía de estudio. Su entintado a mano intenta ser lo más fiel posible a los colores reales de la escena... en fin. Si les interesa averiguar más, pueden acudir a esta página (las imágenes son todas obtenidas de allí): http://www.t-enami.org/home, o bien, consultar la Wikipedia.

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Te encontré anoche, desprevenida. Dormías acurrucada bajo una mirada fugaz. ¿Pero, dormías? El que dormía era yo, ignorante de la sensación tibia, de recién nacido que hay entre tus labios. Ahora busco en cada mirada, esperando despertar dentro de tu sueño.

No

René Magritte, Nostalgia del hogar No te extraño a ti no extraño la sombra que dibuja tu contorno la voz la música el abrazo tu suave figura entre mis brazos y el olor de tu pelo musgo de luna sombra orquídea pero no no te extraño a ti
Despacio, Alberto fué quitándole una a una las prendas. Una hilera de luces tenues color ámbar iluminaba el lugar, ahora oculto a las miradas de la gente, mientras aquella silueta iba quedando despojada de sus ropas. Sus manos, diligentes, desabrochaban con cuidado los botones de la blusa uno a uno hasta dejar a la vista aquella piel de tono perfecto. Cuando hubo terminado con la última prenda, retrocedió unos pasos y contempló en silencio el resultado. Cerró los ojos y barajó la infinidad de posibilidades que ahora se mostraban frente a él, sin saber por dónde comenzar. Finalmente abrió los ojos, suspiró y, sonriendo, avanzó hacia ella... -¡Alberto, carajo! Si no terminas de una vez de vestir a ese maldito maniquí te voy a dejar encerrado en la tienda y a ver quién te saca.