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Del tingo al tango


El día de ayer un fallo judicial -uno más en una larga cadena que se remonta a 1987- declaró a la nación mexicana (no al gobierno, sino a todos los mexicanos) propietaria legal de 39 obras de la pintora ibero-mexicana Remedios Varo. Esto, por desgracia, no quiere decir que aquellos que de verdad apreciamos la obra de esta poco conocida pintora podamos echar las campanas al vuelo. Los abogados de la señora Beatriz María Varo, sobrina de la artista, se han apresurado a interponer una apelación ante esta nueva resolución judicial. Doña Beatriz Varo argumenta que en México las obras de su genial tía no son debidamente apreciadas por los mexicanos, por lo que pretende llevárselas a suelo español, donde éstas podrán adornar su sala y pasar a manos de algunos museos y coleccionistas privados. Europeos, eso sí, y bien conoisseurs todos ellos.

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Te encontré anoche, desprevenida. Dormías acurrucada bajo una mirada fugaz. ¿Pero, dormías? El que dormía era yo, ignorante de la sensación tibia, de recién nacido que hay entre tus labios. Ahora busco en cada mirada, esperando despertar dentro de tu sueño.

No

René Magritte, Nostalgia del hogar No te extraño a ti no extraño la sombra que dibuja tu contorno la voz la música el abrazo tu suave figura entre mis brazos y el olor de tu pelo musgo de luna sombra orquídea pero no no te extraño a ti
Despacio, Alberto fué quitándole una a una las prendas. Una hilera de luces tenues color ámbar iluminaba el lugar, ahora oculto a las miradas de la gente, mientras aquella silueta iba quedando despojada de sus ropas. Sus manos, diligentes, desabrochaban con cuidado los botones de la blusa uno a uno hasta dejar a la vista aquella piel de tono perfecto. Cuando hubo terminado con la última prenda, retrocedió unos pasos y contempló en silencio el resultado. Cerró los ojos y barajó la infinidad de posibilidades que ahora se mostraban frente a él, sin saber por dónde comenzar. Finalmente abrió los ojos, suspiró y, sonriendo, avanzó hacia ella... -¡Alberto, carajo! Si no terminas de una vez de vestir a ese maldito maniquí te voy a dejar encerrado en la tienda y a ver quién te saca.