Despacio, Alberto fué quitándole una a una las prendas. Una hilera de luces tenues color ámbar iluminaba el lugar, ahora oculto a las miradas de la gente, mientras aquella silueta iba quedando despojada de sus ropas. Sus manos, diligentes, desabrochaban con cuidado los botones de la blusa uno a uno hasta dejar a la vista aquella piel de tono perfecto. Cuando hubo terminado con la última prenda, retrocedió unos pasos y contempló en silencio el resultado. Cerró los ojos y barajó la infinidad de posibilidades que ahora se mostraban frente a él, sin saber por dónde comenzar. Finalmente abrió los ojos, suspiró y, sonriendo, avanzó hacia ella... -¡Alberto, carajo! Si no terminas de una vez de vestir a ese maldito maniquí te voy a dejar encerrado en la tienda y a ver quién te saca.
Comentarios
Saludos Yan, te quiero muchísimo!!!
Espero que la vida te sonría y tu le sonrías a ella, echale ganas! no nos queda de otra!!! sino seguir echándole ganas y luchar!!!
=)
Más vale la pena aceptarlo y abrazarlo, regocijarse en él, recordar las cosas buenas. Entender que seguirás amando a esa persona por el resto de tus días, aunque ya antes hayas comprendido que tal vez nunca vuelvan a estar juntos; el asunto aquí es que eso no tiene por qué ponerte triste... Como dice el personaje de Donald, el ficticio hermano gemelo de Charlie Kaufman en Adaptation: Ese amor era mío; yo era su dueño; ni siquiera ella tenía el derecho de quitármelo. Puedo amar a quien yo quiera... Eres lo que amas, no lo que te ama".
Va con un abrazo fuerte.
Paf, que tenía un buen que no revisaba los blogs de la bandera....
El texto es muy bueno, Pol, y ciertamente trasluce un sentimiento, que no tiene por qué ser necesariamente el tuyo.
No es mi costumbre ir por la vida dando lecciones -after all, who the fuck am i?-, aunque sé que no lo tomarás a mal.