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Vivaldi


Me refugio entre las claras notas que manan de un violín etéreo. Cierro los ojos y aspiro la fragancia de hojas amarillas y lluvia. Me torno cometa a merced de la brisa, ora suave, ora punzante como carámbanos de invierno. Reclinado contra el tronco de un árbol imaginario, soy ave, fuente, aire, todo...

Comentarios

| - eaM* dijo…
=) Qué lindo escrito!
Saludos!
PoesisT dijo…
La vida es una sinfonía romántica, con notas estridentes, alegres y también relajadas. Oh querido cometa, el viento soplará y te llevará a no sé donde, te me fuiste, pero en tí dejé un deseo y un sueño que va contigo, mi corazón está en el tuyo. Estrella mía, que alumbras mi oscuridad, sigue brillando, la luz te guiara... llévame a ella.

Gracias por ese cariño especial, lo siento profundamente en mí. Y yo también te quiero mucho, mucho, mucho! Nunca hay que olvidarnos de esto, pues habrá tiempos en los que sera nuestra única fuerza, no hay que abandonarla. Te dejo un beso (bueno muchos), una perla, una pluma y una flor. Y también muchos abrazos de osita polar!

-Luna

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Te encontré anoche, desprevenida. Dormías acurrucada bajo una mirada fugaz. ¿Pero, dormías? El que dormía era yo, ignorante de la sensación tibia, de recién nacido que hay entre tus labios. Ahora busco en cada mirada, esperando despertar dentro de tu sueño.

No

René Magritte, Nostalgia del hogar No te extraño a ti no extraño la sombra que dibuja tu contorno la voz la música el abrazo tu suave figura entre mis brazos y el olor de tu pelo musgo de luna sombra orquídea pero no no te extraño a ti
Despacio, Alberto fué quitándole una a una las prendas. Una hilera de luces tenues color ámbar iluminaba el lugar, ahora oculto a las miradas de la gente, mientras aquella silueta iba quedando despojada de sus ropas. Sus manos, diligentes, desabrochaban con cuidado los botones de la blusa uno a uno hasta dejar a la vista aquella piel de tono perfecto. Cuando hubo terminado con la última prenda, retrocedió unos pasos y contempló en silencio el resultado. Cerró los ojos y barajó la infinidad de posibilidades que ahora se mostraban frente a él, sin saber por dónde comenzar. Finalmente abrió los ojos, suspiró y, sonriendo, avanzó hacia ella... -¡Alberto, carajo! Si no terminas de una vez de vestir a ese maldito maniquí te voy a dejar encerrado en la tienda y a ver quién te saca.