Ir al contenido principal

Palos de ciego

De a poco, entre cadenas
que el viento mueve a su paso
se desdibuja tu silueta
en cada bocanada.

Con múltiples rostros
te he soñado, hasta olvidar
los rasgos primigenios
de tu idea.

Allí, en el exiguo rincón
en que el hierro no corta
y la mano no alcanza
más que el mito.

Allí, aquí, donde el filo
de la cordura se desgasta
carcomido a pedazos
por el calendario.

Me dueles más que saberme
iluso mercachife de tristezas,
de sueños, de vapores,
de vagas ideas incompletas
que en mis delirios
alguien tacha de poemas...

Comentarios

Gina Nordbrandt dijo…
Son poemas, amigo mío del alma.
Me alegro que de vez en cuando, escribas, siempre adoro leer tus letras, son bellas, bellísimas y sublimes.
Gracias por todo, por tu amistad de oro, por tu sonrisa.
Te Quiero Mil Montonsotes de Caramelo y besos de chocolate relleno.
Saludos saturnianos!
Gracias por estos versos!
=)
=^^=

Entradas más populares de este blog

Te encontré anoche, desprevenida. Dormías acurrucada bajo una mirada fugaz. ¿Pero, dormías? El que dormía era yo, ignorante de la sensación tibia, de recién nacido que hay entre tus labios. Ahora busco en cada mirada, esperando despertar dentro de tu sueño.

No

René Magritte, Nostalgia del hogar No te extraño a ti no extraño la sombra que dibuja tu contorno la voz la música el abrazo tu suave figura entre mis brazos y el olor de tu pelo musgo de luna sombra orquídea pero no no te extraño a ti
Despacio, Alberto fué quitándole una a una las prendas. Una hilera de luces tenues color ámbar iluminaba el lugar, ahora oculto a las miradas de la gente, mientras aquella silueta iba quedando despojada de sus ropas. Sus manos, diligentes, desabrochaban con cuidado los botones de la blusa uno a uno hasta dejar a la vista aquella piel de tono perfecto. Cuando hubo terminado con la última prenda, retrocedió unos pasos y contempló en silencio el resultado. Cerró los ojos y barajó la infinidad de posibilidades que ahora se mostraban frente a él, sin saber por dónde comenzar. Finalmente abrió los ojos, suspiró y, sonriendo, avanzó hacia ella... -¡Alberto, carajo! Si no terminas de una vez de vestir a ese maldito maniquí te voy a dejar encerrado en la tienda y a ver quién te saca.