Ir al contenido principal
Henri Matisse, La Danza

Camina con la tarde,
derrama luz sobre tus ojos
busca, vive, ve
si por ventura te pierdes
en los azules instantes de la flor
que se marchita y vive,
que respira en los colores
de una paleta, latente
como tú mismo,
lienzo infinito y siempre nuevo
tras cada madrugada.

~Jean

Comentarios

Anónimo dijo…
Sí, un lienzo nuevo cada día, gracias Jean por recordarme que siempre hay esperanza.
Saludos!
Anónimo dijo…
Mi buen, Jean

Esta mañana me acordé mucho de ti. [Yo no quiero un amor civilizado...] Hoy amanecí con una canción atravesada sobre un sujeto que ambos conocemos. [Yo no quiero saber por qué lo hiciste...] Me acuerdo del hotel, me acuerdo de una noche, me acuerdo de nosotros dos hablando de él.

[Y morirme contigo si te matas,
y matarme contigo si te mueres...]

Ay, Jean! El dolorcito apretujado también son pilas para la vida. Créeme que ahí va uno contra los gigantes sin tener ni un porquito de miedo.

Atte.
La Aprendiz de Bruja
[Porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren...]
Gina Nordbrandt dijo…
Hola Jean... qué hermosa frase tienes abajo del nombre de tu blog... de bécquer...
y que hermosas letras se encuentra uno x aquí...

Cada nuevo día, como una pintura llena de sorpresas... y dicen algunos que perdemos la capacidad de sorprendernos... por eso te quiero, eres especial en mi corazoncito =)

Saluditos saturnianos!

Entradas más populares de este blog

Te encontré anoche, desprevenida. Dormías acurrucada bajo una mirada fugaz. ¿Pero, dormías? El que dormía era yo, ignorante de la sensación tibia, de recién nacido que hay entre tus labios. Ahora busco en cada mirada, esperando despertar dentro de tu sueño.

No

René Magritte, Nostalgia del hogar No te extraño a ti no extraño la sombra que dibuja tu contorno la voz la música el abrazo tu suave figura entre mis brazos y el olor de tu pelo musgo de luna sombra orquídea pero no no te extraño a ti
Despacio, Alberto fué quitándole una a una las prendas. Una hilera de luces tenues color ámbar iluminaba el lugar, ahora oculto a las miradas de la gente, mientras aquella silueta iba quedando despojada de sus ropas. Sus manos, diligentes, desabrochaban con cuidado los botones de la blusa uno a uno hasta dejar a la vista aquella piel de tono perfecto. Cuando hubo terminado con la última prenda, retrocedió unos pasos y contempló en silencio el resultado. Cerró los ojos y barajó la infinidad de posibilidades que ahora se mostraban frente a él, sin saber por dónde comenzar. Finalmente abrió los ojos, suspiró y, sonriendo, avanzó hacia ella... -¡Alberto, carajo! Si no terminas de una vez de vestir a ese maldito maniquí te voy a dejar encerrado en la tienda y a ver quién te saca.