Ir al contenido principal

Resulta...

Resulta que hoy no escribo...


...vivo.


Marc Chagall, El Muelle de Bercy

Comentarios

Gina Nordbrandt dijo…
Resulta que hoy te digo que te quiero mucho!!!
Gracias x todo Yan!
Saludos saturnianos!

Espero encontrarte otra vez pronto por estos rinconcitos virtuales =)
protaro dijo…
pues la vez pasada tampoco escribiste :/

jajaja no pues chida imagen, man... be happy y nos vemos pronto.
Anónimo dijo…
Aunque al igual que tú no siempre escribo, siempre estoy leyendo. Con todo, medio zombie, mal dormida y comida, no dejo de leer. Amo las letras; lo sabes. Saludillos.

La Aprendiz de Bruja
[La pobrecita se volvió loca de pronto...]

PD: Chagall dibuja precioso, aunque siempre me ha parecido muy triste. Quizá sean los colores.
Gina Nordbrandt dijo…
Saluditoz satudnianoz!
Un buen fin de zemana y una bella zemana!
Te Quiedo Mucho!

Con cadiño: Duze!

=)
Anónimo dijo…
llegue a tu blog por Remedios Varo,
y me gustó.
Asi, a veces se vive , a veces se escribe.

Entradas más populares de este blog

Te encontré anoche, desprevenida. Dormías acurrucada bajo una mirada fugaz. ¿Pero, dormías? El que dormía era yo, ignorante de la sensación tibia, de recién nacido que hay entre tus labios. Ahora busco en cada mirada, esperando despertar dentro de tu sueño.

No

René Magritte, Nostalgia del hogar No te extraño a ti no extraño la sombra que dibuja tu contorno la voz la música el abrazo tu suave figura entre mis brazos y el olor de tu pelo musgo de luna sombra orquídea pero no no te extraño a ti
Despacio, Alberto fué quitándole una a una las prendas. Una hilera de luces tenues color ámbar iluminaba el lugar, ahora oculto a las miradas de la gente, mientras aquella silueta iba quedando despojada de sus ropas. Sus manos, diligentes, desabrochaban con cuidado los botones de la blusa uno a uno hasta dejar a la vista aquella piel de tono perfecto. Cuando hubo terminado con la última prenda, retrocedió unos pasos y contempló en silencio el resultado. Cerró los ojos y barajó la infinidad de posibilidades que ahora se mostraban frente a él, sin saber por dónde comenzar. Finalmente abrió los ojos, suspiró y, sonriendo, avanzó hacia ella... -¡Alberto, carajo! Si no terminas de una vez de vestir a ese maldito maniquí te voy a dejar encerrado en la tienda y a ver quién te saca.