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Va de nuez

Harto ya de las arbitrariedades, pseudo-mejoras y de la censura mediocre impuesta por el mínimo, semi-funcional y retrógrada cerebro de los tipos de MSN (y digo "cerebro" en itálicas porque no estoy seguro de que posean tal grado de evolución neuronal) ; me decidí migrar de una buena vez hacia este lugar. Vengo, como los Aztecas, buscando una tierra fértil y libre de amenazas para toda forma de representación artística. Huitzilopochtli quiera que así sea... (Usted disculpará, don Huitzi, la falta de corazones frescos, pero la situación nomás no da para más que para un poco de incienso Hare Krishna y, de vez en cuando, el sacrificio de alguna doncella virgen, cuando las hay.)

-Jean

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Te encontré anoche, desprevenida. Dormías acurrucada bajo una mirada fugaz. ¿Pero, dormías? El que dormía era yo, ignorante de la sensación tibia, de recién nacido que hay entre tus labios. Ahora busco en cada mirada, esperando despertar dentro de tu sueño.

No

René Magritte, Nostalgia del hogar No te extraño a ti no extraño la sombra que dibuja tu contorno la voz la música el abrazo tu suave figura entre mis brazos y el olor de tu pelo musgo de luna sombra orquídea pero no no te extraño a ti
Despacio, Alberto fué quitándole una a una las prendas. Una hilera de luces tenues color ámbar iluminaba el lugar, ahora oculto a las miradas de la gente, mientras aquella silueta iba quedando despojada de sus ropas. Sus manos, diligentes, desabrochaban con cuidado los botones de la blusa uno a uno hasta dejar a la vista aquella piel de tono perfecto. Cuando hubo terminado con la última prenda, retrocedió unos pasos y contempló en silencio el resultado. Cerró los ojos y barajó la infinidad de posibilidades que ahora se mostraban frente a él, sin saber por dónde comenzar. Finalmente abrió los ojos, suspiró y, sonriendo, avanzó hacia ella... -¡Alberto, carajo! Si no terminas de una vez de vestir a ese maldito maniquí te voy a dejar encerrado en la tienda y a ver quién te saca.